Hace unos días os contábamos sobre las aventuras de David Casalprim y su compañero en el sur de Groenlandia. Hoy por fin os dejamos con su crónica del viaje así como más imágenes del mismo. Gracias David por compartirlo con nosotros y abrir las fronteras del packraft a más sitios y más gente.
Groenlandia 2014. Por David Casalprim.
Seguro que este viaje a Groenlandia pasará a ser uno de los grandes viajes de
nuestra vida. No ha sido un viaje fácil, tampoco hemos logrado finalizar lo que
nos propusimos pero la sensación que nos ha quedado tras haber terminado es la de
haber hecho algo muy grande, no como para que se nos recuerde como héroes, si
no para recordarlo entre amigos y familiares a modo de batallitas, las
batallitas de dos freakis que un día se les metió entre ceja y ceja pedalear
por Groenlandia.
Groenlandia tiene una particularidad muy atractiva para mí. Es capaz de
hacerte sentir como un explorador en tierras que nunca han sido pisadas. De vez
en cuando descubres en medio de la nada unas antiguas ruinas de los primeros
pobladores vikingos que te hacen cuestionar cuánto tiempo lleva esa
construcción allí, cuánto tiempo hace que nadie pisa estas tierras y lo poco o
nada que debe haber cambiado el paisaje y el entorno desde entonces, haciéndote
viajar al pasado viendo y sufriendo lo que antaño hicieron los primeros en
pisar estas tierras. Sentimientos equivocados ya que cada año algunos turistas
se adentran hasta estos territorios, pero aún así uno prefiere dejarse llevar
por los sentimientos que por la razón, y sentirse por unos días explorador de
los confines del mundo. Este sentimiento se engrandece cuando se va hacia lo
desconocido, por adentrarnos en tierras inexploradas que no lo son, si no por
ser, quizás, los primeros en querer hacerlo en bicicleta sin saber previamente
si será posible. Hecho que aporta un extra al sentimiento de aventura.
Nuestra intención inicial era viajar de Nanortalik a Narsarsuaq, utilizando el kayak en los tramos de agua y la bici en los tramos de tierra, en total 250 km de los cuales 130 km, algo más de la mitad, serían por agua y los 120 km restantes en bici o andando si el terreno era adverso.
La realidad se quedó en poco más de la mitad de lo que pretendíamos, 190 km
de los cuales 140 km fueron por agua y 50 km por tierra. Lo más decepcionante
quizás fue que de los 50 km que hicimos por tierra, solo 10 o 15 km los hicimos
encima de la bici y el resto empujándola…
¿El motivo? El terreno que nos encontramos. La zona del Tasermiut es una
zona tremendamente espectacular. Montañas alpinas de hasta 1800 m que ascienden
repentinamente desde el nivel del mar, paredes enormes de roca, picos esbeltos
y afilados a menudo acompañados de neveros o pequeños glaciares. Pero esta
belleza tan singular va acompañada de profundos valles donde crece una
vegetación a base de arbustos y pequeños árboles que dificultan mucho avanzar
por el valle, más aun si la intención es hacerlo en bici. Avanzar abriéndose
paso a través de ramas, arbustos y matorrales requiere una tozudez extrema,
tozudez que se derrumba tras comprobar después de 9 h luchando, que solo has
avanzado 3 o 4 km. Llegado a este punto, la retirada se presenta igual de
dolorosa que seguir adelante. Fue necesario pasar un día entero dentro la
tienda aguantando el mal tiempo con su correspondiente noche anterior y
posterior para recapacitar y decidir un cambio de planes motivado por las ganas
de encontrar un lugar más apto para las bicis. Frente las expectativas de un
nuevo enfrentamiento con la vegetación del valle, decidimos aprovechar los
kayaks y descender por el río hasta salir de valle, no sin antes lidiar con
algunos de sus rápidos…
Esta primera tentativa dejó al descubierto el optimismo con el que comenzamos. Creíamos que seríamos más rápidos y ágiles, pero Groenlandia se encargó de poner los puntos sobre las íes y chocamos con una de las primeras realidades. Al empezar la ruta compramos comida para 4 días esperando llegar al siguiente asentamiento dónde poder comprar más comida para continuar con la ruta. Pero el cambio de planes y el día de mal tiempo perdido dentro de la tienda complicó terriblemente la logística del viaje. En ese momento la duda se centró en volver atrás para reabastecer o seguir adelante rumbo a nuestro objetivo. Aun no sé como ganó la segunda opción. Decidimos seguir adelante saltándonos el valle Quinnguadalen y Tupaassat para dirigirnos al final del fiordo Tasermiut y retomar la ruta planeada por el valle Itillersuaq. Esta decisión nos obligó a racionar la comida hasta puntos insospechados. Por suerte Iván, como buen aficionado a la pesca, se trajo su aparejo de pesca, hecho que aportó un grado de calidad a nuestra alimentación con pesca fresca y del día. Y qué decir de nuestra alegría al descubrir que los fiordos están repletos de mejillones, no muy grandes pero de gusto exquisito. Lo que parece increíble es que tras 10 días de travesía al final… ¡¡¡Nos sobró comida!!!
Fueron necesarios dos días de remo para retomar la ruta original planeada
hasta alcanzar las puertas del valle Itellersuaq. Aún desde el kayak, las
primeras impresiones era buenas, parecía que la densa vegetación del valle
Qinnguadalen no la volveríamos a ver. Este nuevo tramo de tierra se presentaba
con mejores expectativas, pero los arbustos y matorrales solo se retiraban para
ceder terreno a los humedales de hierba y barro. Pero poco a poco fuimos encontrando
zonas por dónde rodar con las bicicletas, algún tramo de prado compacto, por
las grabas de las orillas de río o por el mismo río cuando su caudal no era
demasiado elevado. Fue aquí donde nos desquitamos con la bici y disfrutamos
avanzando por parajes de ensueño.
Pero en Groenlandia todos los valles desembocan en un fiordo y eso
significa hinchar el kayak y remar. Por delante, 62 km de agua, mucha agua para
un packraft (kayak hinchable ligero). Digamos que este tipo de kayak es muy
bueno para combinar con rutas en bici o treking y cruzar zonas de agua como
fiordos, lagos o el descenso de algún rio. Pero afrontar una travesía por agua
tan larga significa un gran esfuerzo, más aun cargando los 40 kg de bici y
equipaje, hecho que reduce enormemente su capacidad de navegar. Si a esto le
sumamos la combinación de viento y las corrientes que generan las mareas que
mayoritariamente nos eran contrarias, el desgaste físico y moral puede ser
demoledor… tres días con jornadas de 10 a 12 horas fueron necesarias para
recorrer los 62 km, 10 a 12 horas sin salir del kayak. Puede parecer una
tortura pero la percepción del tiempo en estas latitudes es totalmente distorsionada
debido a la incidencia de luz diurna a la cual no estamos acostumbrados. A las
24h empieza a oscurecer sin llegar a ennegrecer del todo y a las 2h de la
mañana vuelve a amanecer… de locos…
Paleando en la niebla y rodeado de icebergs. |
Esto que puede parecer un incordio acaba por ser de tremenda utilidad ya
que permite adecuar los horarios según mejor le convengan a uno. Por ejemplo,
en nuestro caso, descubrimos que a partir de las 14h empezaba a soplar la brisa
y a generar oleaje, con el inconveniente de no poder avanzar apenas, no poder
dejar de remar para no perder terreno avanzado y acabar empapado debido a las
salpicaduras de las olas. Pero por el contrario, de las 4 h de la mañana a las
14h del mediodía, el agua de los fiordos era como un espejo, nada de olas ni
viento. Ideal para remar. Así pues, uno de los últimos días fue el que tuvo el
record de quilómetros avanzados, 30 km en 10 h. hasta que el viento y las olas
hicieron acto de presencia…
Nuestra ruta terminó en Alluitsup Paa, primer asentamiento que encontramos
en 10 días. Sin apenas comida, agotados por la dureza, el frío y la humedad,
fue poner un pie en el embarcadero de Alluitsup Paa y una familia de Inuits nos
acogió durante dos días permitiéndonos descubrir de primera mano su hospitalidad,
su gran sentimiento de familia, sus costumbres, que aún que modernizadas,
siguen teniendo muy presente sus raíces. Un final perfecto para dos “exploradores”
de poca tinta.
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Itinerario de David en el Sur de Groenlandia. Tanto el proyecto inicial como la ruta final. |
No podemos decir que ha sido un viaje exitoso en cuanto a bicicleta se refiere. Nos habían advertido que poco podríamos pedalear, pero aún así había que probarlo, nadie antes lo había intentado. Estamos convencidos que hay zonas más ciclables en Groenlandia, solo que la zona donde nos centramos no es la mejor, esto ha quedado claro. Pero dejando de banda el aspecto ciclista no cabe duda que nuestro viaje ha sido una aventura con todos los ingredientes. Descubrir una parte del mundo desconocida por uno mismo, hacerlo de forma autónoma, aislarse de todo lo cotidiano y centrarse en lo que haces en cada momento, disfrutar de los buenos momentos y gestionar los malos buscando soluciones sin olvidar que todas las decisiones que se tomen serán responsabilidad de uno mismo, para lo bueno y para lo malo. Y que sea como sea hay que seguir adelante con tus propios medios. Ahora que lo sufrido queda lejos, ya no lo parece tanto, podemos decir que lo hemos conseguido, ¡Una aventura más en las alforjas!
Hola David, muy buena crónica, me ha encantado. Un pregunta, crees que podrías haber usado la vela, te hubiera ayudado?
ResponderEliminarSaludos