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viernes, 12 de septiembre de 2014

Artículo. "CAMINO DEL AGUA". Laponia Finlandesa (2ª parte)


"Para que el río nos guíe, a veces es mejor dejarlo ir sólo"



El día después del día, aquél que nos levantamos tras nuestro búsqueda del río Repo (1ª parte), estábamos exultantes de alegría, sabiendo que íbamos a "botar" nuestras frágiles embarcaciones en las jóvenes aguas de un río que ni nos conocía ni nosotros a él.

Habiendo encontrado lo que determinamos serían sus fuentes, aquel laguito entre colinas, y saliendo del saco después de una noche tras una jornada de mochila que tenían que haber sido dos, nos tomamos las cosas con tranquilidad.
Había que hacerlo todo bien y no dejar sitio al olvido ni a la improvisación.

Así que comenzamos despacio a cocinar y desayunar porque nos venía un día duro, esperando que el río no nos pusiera las cosas en bandeja, en su cauce inicial, sin marcas claras en los mapas que nos atestiguasen que su curso iba a estar con agua.

Levantando los párpados con el calor del desayuno
La noche anterior, a la vista de la pequeña laguna que tomamos como objetivo meses atrás sobre los mapas, tuvimos buenas sensaciones, y el nivel de sus aguas, y la evidencia "verbal" de la conductora que nos llevó a Kalmakaltiö, de que había habido una semana anterior lluviosa, parecía ayudar sobre las previsiones en esta primera parte del río, que siempre es una incógnita.

En la fuente de los ríos que he visitado hasta ahora siempre el camino es tortuoso de seguir, más por el cauce, debido a ramas, árboles, piedras, caos de bloques o falta de agua. También te obstaculiza andar por una zona semi-húmeda, con cantos rodados o hundidos de poca profundidad.

Pero he de reconocer que la quietud de esos lugares y su transparencia, el hecho de que son fuente de agua y de vida, como el origen de la misma, sin la cual no hubiera podido existir nada en este planeta, me lleva a vivirlos de una manera especial, con más respeto que otros.
En nuestro "camino del agua" en Laponia, vamos a comenzar por meter los packrafts en lo que será un recorrido por los kilómetros que el agua recogida en esta cuenca, recorrerá hasta llegar al mar particular de los finlandeses, el lago Inari.
Ambas cosas, el comienzo y el final, se juntan en nuestros pensamientos y nos llevan, dentro de cada uno, a lugares diferentes, a nuestro propio interior, nuestros anhelos o miedos, nuestras expectativas y nuestro disfrute. Parece que nos miramos en este quieto laguito y podamos imaginar los días que nos quedan por delante.

El río Repo, al anochecer, en su inicio como laguna. 
Tras recoger el campamento y como será cada día, de obligado cumplimiento, tras la limpieza impoluta-escrupulosa del mismo, nos dirigiremos al agua, con esa rutina que conocemos de otras veces respecto al orden y concierto de las cosas.
Pero esta vez vamos a llevar las mochilas de diferente manera en el packraft, porque siempre las llevamos atravesadas en la proa, y esta vez no las vamos a poner así, sino longitudinales, como mirando hacia adelante. Bien atadas y con las asas de los hombros por fuera. Ésto lo hacemos para poder salir del packraft y ponernos directamente la mochila, con lo que el "barco" viene detrás.
De esta forma podemos entrar y salir del agua con rapidez y sin tener que desatar y atar cada vez que lo hacemos.
La previsión era de movernos mucho y avanzar poco y así fue, exactamente. Los estrechos canales algunas veces, las ramas pendulantes de los abedules otras o simples acumulaciones de vegetación en lugares con poco fondo, nos obligarían a entrar, salir, reentrar y resalir, un sin fin de veces.

También encontramos fondo en muchos lugares, o pequeñas charcas tan planas y sin corriente como espejos, humedales con plantas semiacuáticas que parecían darnos suelo donde descansar o pisar para salir y desaparecer bajo nuestros pies, roquedos pequeños y escasos y abedules por doquier.

Lo que nos quedaba tras el pasar de los días remando, cuando recordábamos estos pasajes, eran los canales estrechos y las plantas altas a nuestro alrededor. Tan diferentes sensaciones de cuando remábamos por el río Yukon en Canadá, o en el Tay llegando a Perth en Escocia, el mar ancho en el que entrenamos o los ríos del Pirineo donde jugamos.

Esto era un pequeño camino de agua, estrecho, íntimo, en la que con el remo podíamos tocar los bordes y empujarnos en las orillas para no dar contra una rama malintencionada.
Fue especial y seguro que lo recordaremos cuando encontremos otras fuentes, en otro país, en otro clima, en otro continente.

Comienzo del Repojoki, estrechamiento de la laguna de inicio.
Cauce del Repo, prometía rápidos y velocidad
La belleza de un río virgen y salvaje es incomparable. 
Zonas planas "Flats", sin corriente, en el Repo. 
A pie, tirando del packraft. Zona alta del Repojoki
Día de prueba para todos nosotros. Por la mañana, nada más entrar al agua la mochila pesa más que otras veces y se vuelca un packraft con una cámara sin proteger. Cámara perdida. Tenemos las pocas fotos que sacó antes de eso. Nos recuerda otras cámaras, otros lugares... 
El entrar y salir del agua, hace que el material tenga que soportar lo que nunca antes y se rompe (del material cortaviento, que protegía el traje seco, un pantalón hecho trizas), se pierde (unos guantes: un cuarto de hora buscando todos para al final estar dentro de dentro de algo), se gasta (las baterías de la cámara de vídeo se gastan sin medida, hay tanto que filmar...).

Los paisajes se mezclan con la cadencia de salir y entrar y nos van envolviendo para no darnos cuenta de que el día va pasando, de que vamos avanzando y de que las horas pasan. Pero el mapa no avanza mucho!, no variamos la misma página desde hace bastante tiempo.
Pero era algo que esperábamos.
Al finalizar la jornada y ver el número de kilómetros avanzados, tan sólo llegan a nueve. -"Nueve?!..."

Aunque la climatología no ha sido demasiado exigente, ha pasado por nosotros todo su muestrario de otoño. Viento, lluvia y tímido sol. Cada recodo nos parece diferente. Con cada palada conectamos los auriculares con el "ritmo" con mayúsculas de lo natural.

Lluvia.
Tímida puesta de sol en Laponia.
En el Repo hicimos varios campamentos. Todos ellos en lugares espectaculares de los que tendremos imágenes diferentes: el campo 3 donde todos nos bañamos "nude", el campo 4 en el que teníamos agujeros en el colchón...
Con una gestión muy escrupulosa de la basura, del fuego, de la potabilización del agua, del orden de cada uno, hacíamos de cada campamento una pequeña casa "alquilada" que devolvíamos en perfecto estado. Y la fianza, siempre era devuelta, con creces claro.

Cocinando bajo la lluvia en el campo 3.
El piso alquilado.
Desayuno bajo la lluvia en el campo 4.
Al final de las jornadas no esperábamos que cambiara mucho el río, aunque con cada milla navegada y cada salida del agua teníamos esperanza de que aumentara el caudal y la velocidad, porque suponíamos que cuanta más agua recogiera más velocidad le imprimiría al total. Pero no.
En el desarrollo de un río son las partes del inicio las que tienen más pendiente y a medida que va perdiendo altura suele tranquilizarse y llenar más anchas las zonas de humedales y meandros. Finlandia no es pródiga en grandes desniveles y los lugares en los que se frena al agua inundan extensiones formando más meandros y más humedales.

Así que una vez comprendido este importante concepto, no queda más que disfrutar de los llanos paisajes de la tundra lapona por los que atravesábamos, no sin quitar el ojillo delante, allí donde una curva podía darnos a conocer un rápido o un obstáculo.

Los días transcurrían tranquilos por estas partes más adultas del río. Debíamos atravesar paleando grandes zonas sin corriente, sin más ayuda que la energía de cada uno. El viento si aparecía era en contra y la lluvia hizo acto de presencia constantemente.
Parábamos para comer a eso del mediodía o cuando habían pasado 4 horas del inicio (comíamos algo cada dos, para mantener el aporte necesario) y según el momento y el viento reinante saliamos a la orilla y nos refugiábamos con nuestros packrafts.
Y con el estómago lleno se va mejor.

El viento frío viene de detrás. Descanso del guerrero. Día 4
Las horas transcurrían tranquilas y los kilómetros se iban sumando a la lista de deseos concedidos.

Del río Repo hicimos 56 kilómetros. De la ruta que finalmente recorrimos fueron del kilómetro 19 al 75 y nos ocupó la jornada tercera, la cuarta y casi toda la quinta.
Y llegamos entre nubes y pocos rápidos al río Ivalo del que hablaremos en la siguiente entrega.

Y que también fue una maravilla que nos sorprendió.

Detalle de la ruta: el río Repo se mantiene entre las dos marcas verticales.
Paddling el Repojoki
Río Repo en sus últimos tramos.
Río Repo, allá a lo lejos, ya desembocado en aguas del río Ivalo
El Repojoki aportando sus aguas al Ivalojoki.

Salud a todos.
(Fin 2ª parte)

Fotos: Ivan Dominguez, Carmelo Peñate e Isidro Falcón.
Publicadas con permiso


Imagen de Finlandia. Al norte, Kalmakaltio, lugar desde donde comenzamos la ruta y el lago Inari donde la terminamos. Laponia (Sapmi, para los lapones), comprende a grosso modo, la superficie de tierra que se encuentra por encima del círculo polar ártico.




4 comentarios:

  1. Genial narración Edu, me ha encantado leerlo. Quiero volver !!!. Felicidades y gracias por el curro

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  2. Belloooo, belloooo, bellooooo. Deseando metermeeee de nuevo en otra aventura. Parece que se vinieron para tenerife y yo me quede en el Repojoki remando. Eres la bombaaaaa

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  3. Enhorabuena Edu. Vaya fotones y un gran relato! Un saludo para todo el equipo de Tenerife

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  4. Buen trabajo! Las fotos muy potentes
    Cudaros!!!
    Jose Mijares

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