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martes, 1 de febrero de 2022

Cordillera de los Andes, Chile. Remando sobre una escondida laguna de montaña



Prólogo:

30 km de trekking por montaña selvática, 5 km por dentro de un río y 20 kilómetros de remo fueron necesarios para explorar una pequeña y escondida laguna que se interna en la Cordillera de los Andes en la Región de Ñuble, la que se llevó a cabo en siete días. 


Alejandro, mi hermano, inicio de la travesía


-"Después de ver en Youtube las grandes hazañas de exploradores, ingresé a Google Earth y recorrí nuevamente el sur de Chile, donde me percaté de una pequeña laguna de 1.1 km de diámetro que se encuentra a 25 km de la frontera Chile-Argentina... se veía genial, un bloque de aguas cristalinas surcadas por gigantescas laderas de frondosos bosques y otros con cañones desérticos... un pequeño paraíso donde no existen registros de navegación, lo que en ese momento despertó en mí, el deseo de ser la primera persona en remar sus vírgenes aguas"



En ese momento se vinieron a mi cabeza las infinitas preguntas, ¿cómo llegar?,¿habrá huella?, ¿cómo será el terreno a recorrer?,¿cuántos días serán necesarios?, etc. De pronto, mis días se transformaron en una rutina de salir del trabajo y buscar y buscar información sobre aquel terreno en cuestión. Fue así, que un día decidí conversar con un baqueano (gran conocedor de la zona), quien me comentó que es una laguna de difícil acceso y que poca gente la conoce. Incluso es desconocida para la población que vive en sus cercanías. También, me mencionó que se debe caminar por dentro de un río, que si se tiene suerte, estará con su caudal bajo y sólo así podría ser posible su acceso. Además, tendría que escalar y trepar en los tramos finales... claramente sus palabras me convencieron de que no sería fácil alcanzar el objetivo. 


Esta vez invité a alguien que le apasiona la montaña, los bosques nativos, la pesca y que por sus venas corre la misma sangre y espíritu aventurero mío, mi hermano, quien sería mi cordada en nuestra primera travesía juntos. 


La temporada que elegimos y logramos coincidir fue primavera, pues nos informamos y creíamos que los ríos no estarían tan altos en esa fecha, y así podríamos llegar hasta la deseada laguna.


Ponernos de acuerdo con el equipamiento a llevar no fue tarea fácil. Mi hermano quería llevar prácticamente su casa completa, asi es que tuve que esforzarme en convencerlo de que no sería posible cargar tanto peso caminando por densos bosques y sumergidos por dentro de un río, menos trepando!!... Así, no podríamos llegar a conocer la laguna. 


El concepto de "Ultraligero" es un estilo moderno que marca la diferencia entre llegar y no llegar a un destino, sobre todo cuando se trata de terrenos complejos y sin sendero. La mayoría de las personas no logra arribar a un destino, debido al gran cansancio acumulado, la falta de preparación física y técnica, además del peso de las mochilas. Los grandes desafíos en la naturaleza salvaje requieren implementar este nuevo concepto. Fue así, como decidimos cargar solo equipamiento esencial y no llevar proteínas en exceso, ya que teníamos fé en tener una buena pesca...Eso sí, llevamos un par de artículos no mandatorios pero que sí marcan la diferencia entre el placer y el dolor, unas sillas ligeras y 750 cc de buen vino tinto trasvasado en una bolsa plástica, por su puesto! 


Una semana antes de partir y a 515 km separados- mi hermano en la ciudad de Chillán y yo en Viña del Mar- por medio de llamadas telefónicas, nos pusimos de acuerdo en los últimos detalles para que nada saliera mal el día que iniciaríamos nuestra aventura. 


Llegó el gran día, hicimos las mochilas, él se despidió de su esposa e hijos y partimos en camioneta hasta donde el camino se pierde en la montaña. Nos encontramos con un portón abandonado que advertía peligro: “fundo privado custodiado por capataz y perros bravos sueltos”. Nos miramos, acertamos con movimiento de cabeza y decididos saltamos la cerca. 

Portón del fundo privado con cerca de alambre. 


Continuamos caminando por una vieja y perdida huella gran parte del camino, hasta que de pronto las grandes paredes de las montañas se encajonaron tanto y no quedó otra opción que meternos al río. Se trataba del estero que nace del desagüe de la prístina laguna, que con gigantescas piedras en su interior hacía difícil el avance. Cada cien metros, con gran esfuerzo físico, mirábamos la cartografía y lo real del terreno y discutíamos por dónde atacar los distintos brazos de agua del estero. De pronto, la moderada pendiente se transformó en varias cascadas de 15 a 40 metros cada una, lo que significó concentrarnos aún más y dar toda nuestra fuerza para no cometer errores. Con apoyo de cuerdas, mojados y con muchos pequeños cortes en el cuerpo por la densa vegetación, logramos conectar con el portezuelo alto, que marcó un hito importante, permitiendo una vista increíble al cajón del valle por donde veníamos caminando, una pausa necesaria para darnos cuenta de lo lejos que habíamos llegado y que a su vez, debíamos apresurarnos para llegar a nuestro campamento planificado antes del anochecer. 

Mirador del valle desde lo alto del portezuelo.


Tras ingresar nuevamente a un hermoso bosque, esta vez con luz crepuscular, un cóndor volando en lo alto de un Cañón nos da la bienvenida a la misteriosa laguna, que con las últimas luces y sin viento se veía como un espejo de colores. Rápidamente, me quité la ropa y me dí un baño en las gélidas aguas cordilleranas... era necesario. 


Cómo era casi obvio, mi hermano, fanático de la pesca, no se aguantó y sacrificó su ducha por ir a sacar la primera trucha. Ambos,, con una sonrisa de oreja a oreja, encendimos los frontales, armamos campamento, preparamos la trucha de cena y caímos como momias sobre el colchón inflable…un lujo que permitió un sueño reponedor. 

Vista a la laguna desde el primer campamento.

A la mañana siguiente, un gran sol nos expulsó de la carpa y empezó lo que sería nuestra rutina los próximos días, inflar los packraft y lanzarnos a explorar cada rincón de la laguna. Tras sentarme en el bote y dar las primeras paladas, se me puso la piel de gallina y me sentí afortunado de poder ser, quizás, el primer humano en remar por aquellas aguas...una sensación única que cuesta explicar. Emocionados, navegamos por la laguna y llegamos a pequeñas e idílicas playas que fueron, los siguientes días, nuestros campamentos.

Navegando y explorando por primera vez la laguna.

Si bien existe abundancia de truchas, nos limitamos a pescar sólo lo que sería nuestra fuente de proteínas por esos días. Luego de nuestras extensas jornadas diurnas de exploración, finalizábamos los días, cómodamente sobre un par de sillas, compartiendo una rica trucha acompañada de un buen vino a orilla de lago.. un lujo en la montaña que, sin duda, valió la pena el esfuerzo de cargar lo no esencial. 

Cocinando truchas a orilla de laguna.






"Jornadas de exploración y pesca" 
Disfrutando el atardecer y la buena vida de campamento.


Fue así, como llegó el último día, pero había algo que nos preocupaba...el regreso. Sabíamos lo difícil que sería la ruta de retorno, pues descender cascadas y paredes de bosques no es fácil. Plegamos los remos, guardamos los bastones, cargamos la mochila y sacamos las cuerdas, empezamos con las primeras luces lo más difícil... el descenso por el río. 

Descenso desde lo alto de la meseta.


Concentrados, con paciencia y recargados de energía, bajamos hasta conectar con el bosque del valle, donde nuevamente aparecieron las sonrisas y sentimos un gran alivio, al dejar atrás la parte técnica de la ruta. Durante nuestro retorno, conversábamos de lo afortunado que fuimos de poder disfrutar de la meteorología, pues nos regaló siete increíbles días que permitieron hacer de esta travesía una experiencia única e inolvidable, logrando hacer lo que más nos apasiona de forma segura y responsable. 


Seguimos caminando hasta que finalmente encontramos la camioneta abandonada. Felizmente arrancó el motor e iniciamos el regreso a casa. Tras llegar de noche y con el ruido del turbo, mi polola, mi cuñada y mis pequeños sobrinos salieron corriendo a recibirnos. De pronto, en un cerrar de ojos, estábamos sentados en la mesa cenando algo reponedor y nuestras bocas no paraban de contar las infinitas anécdotas que vivimos esos días. 


Playas idílicas.
Finalizando una jornada de pesca a remolque.


Scouting en esteros de la laguna.

Patricio Sanhueza Manríquez, 29 años, Chileno. 

Aficionado a la exploración

Instagram: patoeduardo.sm








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